“Irse de la vida de alguien con el amor intacto, es peor que irse odiándolo”.
Pasa el tiempo y comienzo a darme cuenta de la manera más dolorosa de que no fui tan importante para ti. Nuestro amor no fue tan grande como creía. O bueno, el mío sí lo fue. El tuyo fue chiquito, el tuyo fue fugaz. Tal vez simplemente te dejaste llevar un rato y nada más.
Nunca te proyectaste nada conmigo. Nunca sentiste orgullo de
presumirme como tu novio. Por eso podías decirle tranquilamente a tu familia
que yo era un amigo, sin sonrojarte si quiera, sin pensar que yo estaba ahí en
frente y me estabas destrozando el corazón. Aunque no lo pudiera (o quisiera) demostrar.
Seguramente tu familia y tus amigos tienen razón. No soy tan
exitoso, no tengo el sueldo que tienen tus amigos, no soy nada religioso, no
soy nada saludable, no soy nada de lo que te recomiendan en un hombre. Claramente
no soy el hombre del que te enamorarías. Es evidente que lo que soy no te hará
falta. Pero duele tanto haberme dado cuenta de esta manera.
Estoy sintiendo que siempre estuve solo y era el
único que sentía amor. El único que estaba loco de amor por su pareja. Nunca seré para ti ni la mitad de lo que tú significaste para mí, estoy seguro. Qué difícil será creer en el
amor después de tan grande desilusión. Nunca imaginé que tan desprendida
estarías de mí, de mi amor, de mi compañía. Nunca me di cuenta de que era tan poco para ti.
Me seco las lágrimas, me acuesto a dormir y vuelvo a comenzar. Pero este dolor tan grande que me hiciste sentir, jamás se me olvidará.