abril 25, 2014

Fútbol, paramilitares y dos muertos

Nuestro América se jugaba un partido fundamental en el campeonato, ya se acercaban las finales y el equipo estaba a pocos puntos de la clasificación a las finales. El rival que nos correspondía no podía ser mejor, era el de siempre, el de tantas finales, al que más se le disfruta ganar pero también con el que más dolían las derrotas, el Atlético Nacional. Teniendo en cuenta todos estos ingredientes empezamos a organizar el viaje y con 100 muchachos de la ciudad de Bogotá fuimos al estadio Atanasio Girardot y una vez más acompañamos a la mechita. 

Salíamos de la ciudad de Medellín con el objetivo cumplido de acompañar al Rojo, ahora había que volver a la realidad, en Bogotá, donde la mayoría de los muchachos estaban haciendo sus primeros semestres de universidad y otros estaban por ingresar. Nos empezábamos a tomar la vida más en serio y ya no se tenía el mismo tiempo para viajar, por lo que juntar 100 personas para ese partido había sido un gran mérito de nosotros como barra del América en la capital.

Justo en la vía que conduce a Cisneros, municipio de Antioquia, tuvimos que estar, por varios minutos, con los buses detenidos debido a un trancón de mulas. En éste, lamentablemente, también se encontraban buses de hinchas de Nacional que regresaban a Bucaramanga. No quiero justificar nuestros actos, pero el enfrentamiento era inevitable, nada nos asustaba, total por esa época nada pasaba de unos vidrios rotos, unos puños, morados, chichones y una que otra herida menor. 

El ambiente se puso tenso y empezaron a volar piedras de lado en lado, vimos que ellos ya se habían bajado de sus buses y decidimos hacer lo mismo y comenzó la clásica riña entre hinchas a la que ya nos estábamos acostumbrado. Luego de unos minutos de enfrentamientos y varios vidrios rotos, de un momento apareció una camioneta de la que bajaron varios hombres armados que portaban gorras camufladas, botas y gafas oscuras. Llegaron dando tiros al aire y nosotros sin entender nada, el miedo se apoderó tanto de nosotros como de los verdes. Algunos alcanzaron a esconderse debajo de las sillas de los buses, otros no tuvimos tiempo y nos arrojamos al piso en plena carretera. 
  
Los hombres armados comenzaron a interrogarnos, preguntaban quién había comenzado la pelea y en una de esas, uno de los conductores de los buses de los hinchas de Nacional, señaló a dos de nuestros amigos, tal vez por mechudos y ofendido por los vidrios rotos de su bus, aunque los nuestros estaban igual. Ese hombre nunca se imaginó que con esa acusación iba tener las consecuencias que trajo esa terrible noche. 
 
Mientras todos nos cagábamos del susto, hicieron pasar adelante a nuestros dos amigos, los hicieron arrodillar y los asesinaron a la vista de todos gritando: “Estos es Antioquia y Antioquia se respeta, hijueputas… Acá no van a venir a hacer lo que se les dé la gana”. Todos estábamos “haciendo lo que nos daba la gana” pero esa noche cayeron dos de nuestros amigos tuvieron que dejar la vida en las carreteras de Antioquia. Eran Juan Manuel Bermúdez, de 20 años, estudiante de sexto semestre de ingeniería civil en la Escuela Colombiana de Ingeniería, y Alex Julián Gomez, de 23 años, estudiante sociología de la Universidad Nacional.

Consternados por lo sucedido, se nos ordenó continuar nuestro camino hacía Bogotá, dejando los cuerpos de nuestros compañeros tirados en la carretera. La gente nos aconsejaba que dejáramos así y nos evitáramos problemas ya que esa zona era peligrosa y esos hombres eran pertenecientes al Bloque Metro de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá. Los paramilitares continuaban sus amenazas diciendo: “¿Quieren más? ¡Aguanta matar a más de uno!”. Asustados pero sin entender que acababan a matar a dos de nuestros amigos llegamos a Cisneros, donde la policía ya sabía todo lo sucedido. 

Ahí tuvimos que estar reunidos los hinchas de Nacional y América para responder por todos los daños y los vidrios rotos, parecía que a nadie le importaba que tuviéramos dos muertos. Se nos aconsejó volver escoltados a Bogotá y nos informaron que ellos se encargarían de los cuerpos de Alex Julián y Juan Manuel ya que solo hasta las horas de la mañana se podía hacer el levantamiento. 

Volvimos a la ciudad sin querer volver, hubiésemos preferido quedarnos allá con nuestros amigos, el dolor era indescriptible, teníamos que volver a las casas y explicarles a las familias lo que había sucedido. Fue un momento en el que muchos decidieron alejarse del equipo y de la barra y no los culpó, el golpe había sido terriblemente fuerte. 

Con los padres de uno de nuestros compañeros caído esa noche, creamos una fundación que quería orientar a los jóvenes que viven y se desviven por la pasión del fútbol, queriendo evitar los enfrentamientos y promoviendo la fiesta y la vida en las canchas de fútbol. Hasta el día de hoy la fundación Juan Manuel Bermúdez Nieto sigue albergando a todos los muchachos pertenecientes a las diferentes barras de Bogotá en las que se les da oportunidades de trabajo y estudio. En cuanto a la barra se debilitó por un tiempo, ya que la gente no se sentía con confianza de viajar a ver al equipo después de lo sucedido. Juan Manuel y Alex Julián fueron sepultados en Bogotá sin ningún responsable detenido por sus asesinatos ya que los medios se encargaron de presentar la noticia como otra pelea de barras bravas en Colombia, ignorando por completo que se trataba de paramilitares imponiendo “justicia” a sangre y fuego por las carreteras del país.