septiembre 23, 2015

Yo no creo en Colombia

Leer el ensayo del señor William Ospina, "La Franja Amarilla", me hizo reencontrarme con un sentimiento que ha venido creciendo en mí en los últimos años. Puede parecer desalentador, bastante facilista y poco profesional en un estudiante de periodismo, pero yo, Camilo Angarita, con 22 años de vida y siete semestres de mi carrera, ya no tengo ninguna esperanza en este territorio en el que me tocó nacer y habitar casi toda mi vida.
  
Toda mi vida viví en Bogotá, solo un año estuve ausente de mi ciudad y radicado en la hermosa Buenos Aires y fue suficiente para entender que hay un montón de aspectos culturales que no permiten el desarrollo y buen funcionamiento de Colombia como una patria decente de la cual se pueda sentir orgullo.

No quiero que el que me lee piense que soy un clásico “mamerto” que se queja de todo lo que ve en su país, de esos hay muchos y lo pude comprobar viviendo en el exterior. Nuestro país tiene varias cosas buenas, las cuales me gustan mucho y mentiría si dijera que no se extrañan cuando se tienen.

El frío cómodo de Bogotá, la variedad en galerías cuando uno va a la tienda, la cordialidad de la gente en muchas regiones del país, el barrio, el parque, los amigos y hasta las drogas se puede decir que me hacen sentir que soy colombiano y me gusta este lugar. Pero siento un poco más objetivo, y apartándome de todo lo que soy, diré que todas esas cosas no me gustarían si no hubiera nacido acá. Tal vez las remplazaría con otras actividades más comunes en el país que me hubiese tocado nacer. Entonces no es tan libre mi decisión de las cosas que me gustan de nuestra tierra.

Sí, son varias cosas buenas que tiene Colombia. Cada uno tendrá las propias para destacar. Pero todas estas son insignificantes al lado del montón de desgracias, desigualdades, injusticias y retraso que presenta nuestro país. Vivimos en un pueblo muy grande que se quedó en el siglo XX y nadie se quiso dar cuenta.
Ospina hace una descripción casi que perfecta de los momentos históricos claves por los que Colombia nunca dio el salto que se esperaba, y que hace muchísimos años, dieron la mayoría de países en condiciones más o menos parecidas a las nuestras. La Guerra de los 1000 días, el asesinato de Gaitán, la época de La Violencia y así podría seguir numerando miles de hechos que hasta el día de ayer demuestran que nuestro país no aprende, no se revela y está cómodo en su desgracia.

Hablar de Colombia como el país de la “contrarrevolución” me parece lo más destacado que hizo el autor en su texto. Y es que no hay un término más acertado y más cercano para describir, no esa actitud de comodidad solamente, sino ese rechazo absoluto a la protesta, al exigir los derechos, a luchar por lo justo que tiene el colombiano promedio.
Y es que el Estado ha hecho tan bien su trabajo (para ellos mismos) que ha anulado casi que por completo la actitud de lucha del colombiano. Al contrario ha generado un fuerte ataque mediático desde siempre a la persona que se ha puesto en contra del orden constituido. Y lo han hecho tan bien, que se ha vuelto prácticamente un acto cultural.

Solo basta ver el significado que tiene la palabra “guerrillero” en el continente y la marcada diferencia que tiene este mismo en Colombia. Claro, me van a decir que la misma guerrilla colombiana se ha encargado de tener la imagen que tiene, que atacan a la población civil, etc., etc., etc… Pero es bastante curioso salir de nuestro territorio y ver el respeto tan grande que se tiene por el término “güerilla” y lo que representa en cuestiones de la lucha popular, de los pueblos que se han cansado de las injusticias. En casi todo el continente se reivindica este concepto, un colombiano fuera del país le cuesta mucho entenderlo. Porque mediáticamente se le ha hecho creer que todo lo malo que le ocurre a Colombia es por la guerrilla, pero personalmente siempre he pensado que sería una locura (si se puede ser más loco aún) que un país como el nuestro, con todas las desigualdades que tiene, no tuviera una guerrilla, un grupo radical inconforme con el orden “natural” de las cosas en Colombia.

Otro ejemplo claro de cómo el colombiano promedio ve con malos ojos a los ciudadanos que exigen sus derechos, son los estudiantes, que en los últimos años tuvieron varias marchas en las cuales exigían un sistema educativo de mayor calidad y mayor accesibilidad. Algo obvio, Colombia es un país donde estudiar en una universidad pública es casi un logro para presumir y estudiar en una privada es casi que un sacrificio de endeudamiento de por vida. Una locura, por algo tan obvio como es querer ser profesional para su propio país.

Las personas llaman “revoltosos”, “vándalos” y a veces hasta guerrilleros a los estudiantes que ven en una marcha. Como queriendo decir que todo está bien en Colombia, que no saben porque protestan, que mejor deberían ponerse a trabajar… Un contra ejemplo hermoso es Chile, que estuvo en marchas estudiantiles por el mismo tiempo que nuestro país, pero allá se sostuvo hasta las últimas semanas en las que el gobierno declaro que iban a impulsar la educación gratuita… ¡Ganaron! Ganó un pueblo que sabía que algo estaba mal y lo tenían que cambiar. ¿Y Colombia? “Bien”, gracias… Acá sigo, yo un estudiante colombiano, pagando cuatro millones de pesos, que no tengo, cada cuatro meses.

Entonces Ospina uso más que bien los términos. Y es que en realidad es muy cierto cuando habla de la época de La Violencia. El colombiano es muy manipulable y solo se mueve por intereses externos. Nos manejan tan bien que aún no me lo explico. Así como se mataban en su momento por ser rojo o azul, ahora las marchas más gigantescas que se hacen es cuando es a favor del gobierno. Como la de hace algunos años en contra de las FARC, que no era más que un apoyo contundente al gobierno de Uribe por parte de este pueblo sumiso que no le importaba que no tuviera salud, seguridad, ni educación… Mucho menos que siguieran desapareciendo pobres y encontrados muertos vistiendo ropa de la guerrilla… La gente siempre quiere pensar que el problema son las FARC.

Alejándome un poco de nuestro conflicto interno y entrando a cosas más sencillas, más concretas. Siento que el colombiano tiene una actitud de comodidad, o más bien de pereza al actuar, ante cualquier situación. Parece que nada lo moviera, que la fe en su Dios, fuera hacer que solucionara todos los problemas, sin mover si quiera un dedo.

Alguna vez una profesora insistía en que el anterior problema de Colombia se lo debíamos exclusivamente a los pisos térmicos de nuestro país. Recalcaba ella, que un país con estaciones no vive tan cómodo como el nuestro. Que la gente trabaja y se prepara para el invierno, o el verano. Que la gente sabe que va a tener sequía y se prepara para estar bien siempre y que no le falte nada. Esa comodidad de nuestros climas, el mismo todo el año, dice ella que influye notoriamente en la forma de comportarse del colombiano. En esa actitud cómoda, relajada y sin ganas de tener algo mejor. Creo que tiene razón en muchas cosas, pero no es el clima, es el colombiano en sí. Una raza que le han hecho pensar que ser el segundo país más feliz del mundo es un orgullo, en vez de una vergüenza ante tantas desgracias que se viven en este pueblo.

Y no quiero quedarme en ese argumento tan simplista que el colombiano solo es patriota cuando juega la selección, porque siento que el fútbol es una expresión cultural hermosa que nada tiene que ver con estúpidos nacionalismos. La selección emociona  a los futboleros, y los futboleros son futboleros porque aman el deporte, no por amar a la patria. Los demás, solo están viviendo un momento de euforia colectiva y lo podrían vivir con cualquier otra cosa que les dijeran que los representa a ellos mismos.

El nacionalismo no me parece algo necesario, pienso que se debe querer donde se nace, donde se crece y trabajar para que ese lugar este mejor en un futuro. Acá la gente presume un nacionalismo falso, un amor por su tierra exagerado pero actúa todo el tiempo para que como país estemos peor.

En Colombia se estigmatiza la marihuana, que ironía… Se rechaza y discrimina a los homosexuales, no se respeta al de otra religión, se ataca directamente al ateo, etc. Y todo esto es por tener una visión católica ante todos los fenómenos de la humanidad. La religión es nuestra verdadera ancla al subdesarrollo, es la que nos ha obligado a seguir siendo un país “godo”, que se resiste a cualquier cosa que sea nueva o que huela a izquierda.

Uno de los puntos clave en los que mi posición como colombiano que cree en un futuro mejor, se fue al piso y no quiso levantarse nunca más, fue las más de tres oportunidades en las que se intentó destituir al alcalde de nuestra ciudad, Gustavo Petro. No les importaba que hubiese ganado por voto popular, no les interesó las masas gigantescas que se movilizaban hasta la Plaza de Bolívar exigiendo respeto por su alcalde y por su voto. Los poderosos del país seguían atacando al alcalde diferente, al que no prestaba su firma a corruptos y que al contrario los denunciaba. Se encargaron de acabar su vida política y una posible candidatura a la presidencia. Es ilógico, el alcalde que prohibió las corridas de toros, re abrió escuelas y hospitales, atendió a los indigentes de la ciudad, acabo con esas malditas “zorras” que esclavizaban a los pobres caballos por la ciudad, apoyo a los homosexuales y mostró su posición a favor de la legalización de la marihuana, es casi que visto como el peor alcalde en mucho tiempo de Bogotá. Así no tenga ni un solo acto de corrupción comprobado (en este país donde casi todos son corruptos) Una persona del siglo XXI no es bien recibida en este país godo. En ese momento a la mierda se me fue la esperanza. No estoy defendiendo un alcalde, un político, ni una persona… Estoy defendiendo unos ideales que no dejan que prosperen en nuestro país y que cuando uno va al exterior sienta como si viniera del pasado por ese mismo atraso en el que se vive en Colombia.

Yo sé que la gente dirá que uno no hace nada para mejorar las cosas en Colombia y en algún momento pensé que debía hacer más… Los revolucionarios creen que hay que dar la vida por la patria, por una mejor Colombia. Yo en cambio siento que no vale la pena dar la vida por un país tan desagradecido como este. Para la muestra tenemos a Jorge Eliecer Gaitán y Jaime Garzón. Respetados y queridos en el exterior y en Colombia asesinados… Yo mejor trato de no hacerle daño a nadie y vivir tranquilo. Lograr estar mejor cada día y que lo estén mis amigos y mis familiares. Puede ser algo individualista, pero es todo lo que me ha dejado esta Colombia sin esperanza de la ya a esta altura no espero nada.